Que juvenil inocencia,
todo era en ti belleza,
ingenuidad, delicia,
me cohibía tu
presencia.
Un corazón que palpita
al contemplar tu talla,
una creación genial
con un mirar que incita.
Cuanta tozudez costó
lograr que consintieras
poder saborear tus labios,
tocar tu cuerpo sedoso,
para colmarlo de
caricias
con mis manos traviesas.
Eras para mi, inmaduro,
raso puro, inmaculado,
una virginal ofrenda
un talismán alborozado.
Percibía tu cara
siempre
vergonzosa, arrebolada,
tus ojos verdes turbados
esquivando mi mirada,
la tuya siempre avizor
cautiva del viejo pavor,
por si alguien
observaba
que nadie te delatara.
Cuantos anocheceres
oliendo aroma de rosas
caminábamos de la mano
por la pequeña alameda,
evitándome tu boca pura
vigilados por tus
miedos
y una miríada de
estrellas
entre las sendas oscuras.
Yo siempre insatisfecho
pretendiendo deleitarme
hasta el postrer
instante
de tus penúltimos besos
y a oscuras en el
portal
poder gozar y
acariciarte.
1 comentarios:
Juvenil inocencia, belleza en la mirada interior, y en el alma de su estrella.
Un beso.
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