lunes, 8 de abril de 2013 | By: Paco Lainez

Adicto



Deambulo poseído por los deseos

caminando ebrio bajo la bruma,

ni esta niebla bruna, ni este frío gélido

que clausura el velo de las miradas

apagan las brasas de mi hoguera.

Adicto, corro tras la dosis diaria

de esa droga que es para mí tu cuerpo,

por vez primera rezuman mis ojos

un liquido salobre y corrosivo.




Hechizado, persigo la locura de una sombra

que me dejó como un trasto olvidado,

y yo, con mi demencia extraviada,

atormentado, no puedo olvidar nada,

la tersura de su tez incendiaria,

el tacto de sus manos, sus labios,

ese dintel de su boca enamorada.

Los recuerdos de un ayer cercano

acrecientan mi desconsuelo,

extienden sobre el páramo de mi mente

un hálito, un palio de oscuridad.




A veces, en instantes de lucidez

cuando no me ahoga el dolor del alma,

practico como una liberación

un salto atrás en el tiempo,

entonces me embriago con los aromas

salinos del sudor de tu piel

y la fragancia de tu pelo.

O deliro lascivo, obsceno con los sabores

de ese hontanar en el que mi boca expira,

o con esa ambrosía enloquecedora

que libé mil madrugadas de tus senos.



4 comentarios:

Indra dijo...

Ninguna adición es buena, pero cuesta tanto desintoxicarse de ellas…

Un beso.

Susana Jiménez Palmera dijo...

Toda ambrosía tu texto, cargado de imágenes sugerentes y aromas pero también nos contagiamos con tu impotencia al tener esos recuerdos que ya forman parte de un ayer y en el presente solo atormentan.
Un abrazo fuerte desde Colombia

Joaquín Galán dijo...

La fuerza del deseo que nos lleva a recorrer paisajes ya pasados pero nunca olvidados...
Un poema todo pasión Paco.

Saludos.

Elda dijo...

Me ha encantado esta entrada. Mucho romanticismo y sensualidad en tus versos tan ágiles y bellos.
Un abrazo.

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