domingo, 24 de marzo de 2013 | By: Paco Lainez

Tu vientre

 
Día a día veía tu vientre
se inflamaba sin prisas,
al mirarte frente al espejo
se llenaban tus mejillas
de lágrimas, de sonrisas.  
En tu vientre y tu cintura 
la vida barbechó estrías
que te elevaron sempiterna
a la dignidad materna,
que nimiedad es esa mujer
si de los surcos ayer arados
llegaron, a brotar y florecer
flores de bella hermosura
que fueron razón de tu vida,
de la oquedad de tu seno
brotaron tiernas criaturas.


En las laderas de tus senos
nacieron arroyos azules
que allí jamás serpentearon,
de dos oteros que se avistan
entre un profundo estrecho,
manaron dos hontanares,
dos cálidos manantiales
que fluían de tus pechos,
esa fuente manó ambrosía
como torrentes arrolladores
en el deshielo primaveral,
de esa savia se alimentaron
asidos a su caño estrecho
como lobeznos al acecho.


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