Deambulo poseído
por los deseos
caminando ebrio
bajo la bruma,
ni esta niebla
bruna, ni este frío gélido
que clausura el
velo de las miradas
apagan las brasas
de mi hoguera.
Adicto, corro tras
la dosis diaria
de esa droga que
es para mí tu cuerpo,
por vez primera rezuman
mis ojos
un liquido
salobre y corrosivo.
Hechizado, persigo
la locura de una sombra
que me dejó como
un trasto olvidado,
y yo, con mi
demencia extraviada,
atormentado, no
puedo olvidar nada,
la tersura de su
tez incendiaria,
el tacto de sus manos,
sus labios,
ese dintel de su
boca enamorada.
Los recuerdos de
un ayer cercano
acrecientan mi
desconsuelo,
extienden sobre el
páramo de mi mente
un hálito, un
palio de oscuridad.
A veces, en
instantes de lucidez
cuando no me
ahoga el dolor del alma,
practico como una
liberación
un salto atrás en
el tiempo,
entonces me
embriago con los aromas
salinos del sudor
de tu piel
y la fragancia de
tu pelo.
O deliro lascivo,
obsceno con los sabores
de ese hontanar en
el que mi boca expira,
o con esa
ambrosía enloquecedora
que libé mil
madrugadas de tus senos.
4 comentarios:
Ninguna adición es buena, pero cuesta tanto desintoxicarse de ellas…
Un beso.
Toda ambrosía tu texto, cargado de imágenes sugerentes y aromas pero también nos contagiamos con tu impotencia al tener esos recuerdos que ya forman parte de un ayer y en el presente solo atormentan.
Un abrazo fuerte desde Colombia
La fuerza del deseo que nos lleva a recorrer paisajes ya pasados pero nunca olvidados...
Un poema todo pasión Paco.
Saludos.
Me ha encantado esta entrada. Mucho romanticismo y sensualidad en tus versos tan ágiles y bellos.
Un abrazo.
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