Detén el reloj
del tiempo,
juguemos hasta
que el Sol
haga las sombras
más largas,
danzaremos incansables
hasta que renazca
el alba.
Cuando nazca la
alborada
encontraremos mil
soles
refulgiendo en
los cuerpos,
destellando en
las miradas.
Antes nos
abrazaremos
cuando se apaguen
los ecos
tras bailar la
última danza
y se apaguen los
farolillos
que iluminan la
plaza,
para capitular en
los labios
imantados de tu
boca liberada
viendo que la
clámide del tiempo
caía sobre la
madrugada.
2 comentarios:
Tiene el sabor de esos domingos de feria, la feria del pueblo, cuando queríamos apurar hasta el último minuto, aquellos amoríos "de verano" que también podían serlo de invierno...
Qué tiempos, qué nostalgia, Salvochea...
Un beso.
Apurar hasta el último sorbo de felicidad,recibir al alba plenos de dicha...¡cuántas veces hemos sentido algo así cuando la juventud y el ímpetu eran los dueños de nuestro ser!
Un poema que rebosa vida Paco.
Te dejo un abrazo.
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