Oh, Valle del Silencio, tu,
que guardas los secretos
de Genadio al peregrino,
aquel que llega cansado
y bebe, ávido del arroyo
que fluye bajo su morada
y capitula ante tu belleza,
claudicando a tanto sosiego
y al verde de la fronda
que abarca con su mirada.
Valle que vive a la sombra
almenada de los Aquilianos,
tu, Valle del Silencio,
valle donde nunca callan
los murmullos del agua,
cercado por las nieves
de los duros inviernos,
valle donde medran
valle donde medran
los bosques ancestrales
de castaños y robledales
y te asombra que luzcan
los cerezos floridos
cada nueva primavera.
Tu, Valle del Silencio
con tu hermoso anfiteatro
de montañas milenarias,
tierra de lobos y jabalíes,
tierra de zorros y corzas,
eres vigía de los regatos,
riachuelos y fríos veneros
que amamantan el Oza.